Os presentamos ocho antibióticos naturales (y ecológicos) con poderes para combatir el crecimiento de microorganismos y proteger nuestro sistema inmune. Son mucho más baratos y beneficiosos para el organismo que los antibióticos sintéticos, no tienen efectos secundarios… ¡y están buenísimos! Esto no significa que dejéis de tomaros los antibióticos que os recete vuestro médico, más bien se trata de una «receta» complementaria:

Ajo: si no eres un vampiro, estás ante el antibiótico natural más potente del mundo. Los ajos contienen casi 40 componentes antibióticos (entre ellos la quercitina o la aliina), pero también tienen poderes para mantener a raya virus y hongos. Ya en el antigüo Egipto conocían sus propiedades curativas (en realidad lo usaban hasta para ahuyentar los malos espíritus), y en la I Guerra Mundial se utilizaban para desinfectar y curar las heridas en el campo de batalla.

Y es que además de antibiótico y antiviral, el ajo es antiséptico, antiinflamatorio… ¡e incluso afrodisíaco! Se nos ocurren unas cuantas formas de utilizarlo en la cocina, aunque nuestra favorita siempre será sobre una rebanada de pan tostado con aceite de oliva virgen extra y una pizca de sal 🙂

Cebolla: prima-hermana del ajo (aunque es una cuestión muy discutida, ambas pertenecen a la familia de las amarilidáceas), es otro de los antibióticos más efectivos que se conocen. Al igual que éste, es muy rica en flavonoides, compuestos fenólicos que destacan por su acción antioxidante, antiinflamatoria, antiviral y antialérgica. Si nos hacen llorar, es precisamente porque contienen sulfitos (al igual que el ajo), una de sus fuentes de poder. Pueden ser frescas, dulces, amargas, cortantes, terrosas, delicadas… pero siempre con ese toque suculento que tan bien las define.

Miel: tras su apariencia dulce e inofensiva, se encuentra una auténtica guerrera. Tiene propiedades antimicrobianas, antisépticas, expectorantes, vigorizantes y cicatrizantes. Es infalible a la hora de curar heridas, llagas e infecciones de la piel, y además es un relajante natural (porque es muy rica en triptófano). La miel de tomillo es el mejor remedio cuando nos duele la garganta… ¡más todavía con un vaso de leche caliente!

Jengibre: tiene el honor de ser uno de los antiinflamatorios más eficaces que existen. Su poder antibacteriano (y altamente selectivo) es tan fuerte que es capaz de destruir a la temible Helicobacter Pylori. Además, esta evocadora e incisiva raíz es un antihistamínico natural, y también analgésica (reduce los niveles de prostaglandinas, sustancias responsables del dolor). Se le dan especialmente bien las infecciones respiratorias y los trastornos digestivos.

Romero: no es de extrañar que los Dioses del Olimpo dieran más valor a una corona de romero que a una de oro… Esta valiosa planta iguala al ajo en componentes antibacterianos (hasta 40), e impide que las bacterias se multipliquen. Es un potente antiséptico capaz de aliviar el dolor, prevenir infecciones y curar heridas. El queso de cabra, el chocolate y el limón potencian sus notas florales y su carácter mediterráneo.

Limón: las frutas ricas en vitamina C son superfrutas con licencia para curar (y además fortalecen nuestras defensas). Los limones no solo son una fuente de vitamina C, sino que también contienen ácido cítrico, lo que les confiere propiedades cicatrizantes, depurativas y desinfectantes. Por no mencionar que, mientras nos cuidan, nos hace incluso más atractivos…

Fresas: probablemente sea el antibiótico más tentador de la lista. Ya os contamos que son ricas en antocianinas, por eso combaten el dolor y la inflamación. El manganeso (que es un antiinflamatorio natural) y los fenoles -que inhiben la producción de la enzima responsable del desarrollo de las inflamaciones- potencian sus propiedades antiinflamatorias, y la vitamina C es su principal valedora para convertirse en el más deseado de los antibióticos. Merece la pena esperar su regreso…

Tomate: elegimos al tomate como representante oficial de las hortalizas ricas en vitamina C, y también porque cuentan que ningún medicamento posee tantas propiedades terapeúticas… Si no nos queda más remedio que tomar antibióticos, que sean de color rojo intenso (no hay duda de que el licopeno corre por sus venas) y tengan ese sabor afrutado y fresco; a ratos dulce y a ratos salado… ¿Os imagináis un Bloody-Mary como remedio a todo mal?

Fuente: EnterBio


Bookmark and Share